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Foto: Pepe Tauste

UN LUGAR AL QUE CONFIAR EL CORAZÓN

Tal vez la nostalgia sea un Rito de Paso, un Pasaje entre un nudo de bambú (Setsu) y el siguiente. Estos nudos de bambú metaforizan las fases o etapas de la vida. Este desarrollo o crecimiento puede aplicarse no sólo al tronco o a un árbol, sino también al ser y al cuerpo, e incluso a una sociedad o civilización. Aplicar esta idea a la transformación de la isla de Ibiza puede ser fascinante.

La lengua japonesa es poderosa en su precisión y belleza, en la descripción de sentimientos, emociones y estados del alma. Es interesante que la lectura de Ibiza de cuento a cuento de Julio Herranz haya convocado en mí el concepto japonés de “kokoro” que alude al corazón (mente-corazón) y al sentimiento y emociones vinculados a la nostalgia. Siempre he pensado en la proximidad increíble con nuestro cor, en ibicenco, y que no es fruto de una casualidad. Hay un dicho japonés que enlaza kokoro con tokoro y cuyo significado podemos desprender de esta lectura de cuentos en la definición de la isla de Ibiza como verdadera protagonista de los mismos: un lugar al que confiar el corazón.

La isla convoca una semántica de la nostalgia. Sentimientos que se traducen en el lenguaje y la elocuencia de los faros y los puertos. La saudade es un estado del alma y encuentra su forma de manifestarse en la música y sus silencios. ¿Es el sonido del vinilo, acaso, la sed de lo perdido?, por citar a otro poeta isleño, el cubano Eliseo Diego.

A medida que avanzamos en la lectura, percibimos que la isla – Ibiza – no es sólo un pequeño gran tesoro de la naturaleza, sino una esencia y un crisol del pensamiento mágico. La isla es una forma de ser en el mundo, una idea que bien podríamos atribuir a Heidegger. Quien siente ese veneno maravilloso – esa saudade – empatizará con ella.

Estos cuentos desprenden la vislumbre de la Senda de los Elefantes (quiero pensar en la articulación cronotópica de nuestro pasado fenicio), cuya definición podrían ser esos nudos de bambú, tal vez ese Pasaje o Rito de Paso – ahora – entre los años 60 y los 80 para expandirlo hacia la actualidad. Si la nostalgia puede ser tangible, estos cuentos tienen la virtud de ritualizar lo cotidiano, es decir, cancelar el tiempo y materializarlo en esa aguja que ahora se posa sobre un disco de vinilo de David Bowie, Elton John, o Suzanne Vega, a quien se invoca en uno de los cuentos. Son estas resonancias vitales las que convocan estos cuentos desde el relato honesto de quien confiesa que ha vivido, a decir ahora de Pablo Neruda.

Ibiza Editions

Dibujo original del artista Paco Romero para ilustrar el libro de Julio Herranz

Desde el corazón de lo cotidiano, los cuentos consiguen que el lector se reconozca no sólo en las vivencias y argumentos que se tejen a lo largo de los mismos, sino que empatice desde abajo: yo también he conocido al “loco de Dalt Vila”. Tal vez no al mismo “loco” que se describe en el cuento, pero sí otro con características similares. De esta forma, la isla de Ibiza se convierte paulatinamente en personaje esencial y también en un espejo vital donde observamos, reflexionamos, dudamos, y sobre todo, vivimos. Está el tiempo cosido a cada portal de la senda. Es por ello que el verso “la sed de lo perdido” se inserta en las entrañas de la nostalgia configurando esa semántica. Descubriremos, más pronto o más tarde, que nuestras decisiones tienen consecuencias.

Al leer sobre Es Vedrá, por ejemplo, podemos continuar leyendo o podemos detenernos un instante en la imagen. Esta imagen puede convocar la voz de Ítaca o tu montaña interior, puede convocar la mirada de Ulises o esa noche que pasaste con tu amante a mediados de agosto diseccionando las Perseidas con el islote de testigo. Entonces recodarás que amaste un horizonte, a decir de la definición de isla por parte del gran Derek Walcott. Hay aquí mucho de retorno y mucho de “article salat» porque la isla guarda el aleph con el mimo del pensamiento mágico y quien atesora algo de sensibilidad lo sabe – aunque no lo sepa – porque tú también fuiste un Omeros, aunque fuera sólo un instante.

Tal vez detrás de esa mirada con la que te cruzas al pasear por las calles de La Marina, se encuentra uno de los mirmidones que acompañó a Aquiles en su asalto a Troya. Tal vez detrás de esa mirada se encuentra un artista húngaro que resultó ser uno de los mayores falsificadores de la historia. Tal vez el monje que vendió su Ferrari. Tal vez el saxofonista de Spandau Ballet. Tal vez el cantante de Poison. Tal vez Roman Polanski buscando exteriores. Tal vez el arlequín que conociste en la fiesta de cumpleaños de Freddy Mercury. Tal vez Gavin Wood o el mejor hacker del mundo. Tal vez un amor pasado o uno por llegar. Tal vez una mujer mitad pájaro, mitad ángel, como reza el primer párrafo del cuento “El loco de Dalt Vila”. Es la estética de una posibilidad. Es la aventura existencial de ser otro desde el anonimato mucho antes de la era digital y las redes sociales. La creatividad y la sorpresa es la esencia del glamour. Aquello que nos sorprende nos hace sentir vivos.

Conocí a Freddy Mercury en Ibiza, en el 85. Bajito de estatura, pero con el aura de un cíclope y el oscuro brillo de un genio. Ese encuentro convocó en mi imaginación el concepto de Heinz Trökes de Ibiza como isla encantada (título de uno de sus cuadros), brillante pintor alemán quien residió muchos años en la isla de Ibiza, y viajó alrededor del mundo llevando el color a todos los lugares que visitaba. It’s a kind of magic o isla encantada forman ya parte esencial de esa semántica de la nostalgia. Acaso la herencia emotiva de una época anterior (en japonés natsukashii, otro concepto fascinante), nos habla no sólo de experiencias vividas y concretas, sino también la nostalgia por algo que no se ha experimentado, pero se traduce en esa empatía vinculada al corazón. Es la magia del arte.

“Qué hace una chica como tú en un sitio como este”

Este cuento me recordó que volví a ver a Freddy Mercury en el 87 en Ibiza, el año de la grabación del festival llamado Ku 92 (también Ibiza 92) donde presentó junto a Montserrat Caballé el estreno mundial de “Barcelona”, tema compuesto por Mercury para las Olimpiadas. En realidad el cuento habla de Suzanne Vega, pero el contexto del mismo llevó a mi imaginación a recuperar mi propia experiencia desde el propio texto. Fue una locura sublime en un tiempo y un espacio donde todo era posible.

Nada es lo que era

Tal como indica el autor en el prólogo, hay crítica y hay ironía en la elaboración de los cuentos. Pero también hay caricia y mimo. Mirando hacia atrás nos invita a preguntarnos, otra vez, si todo puede ser. Mientras todo sigue avanzando hacia el siguiente nudo del bambú, la nostalgia convoca la lluvia púrpura. El signo de los tiempos. La era digital ya empujaba por imponerse a los últimos coletazos del siglo cuyas certezas no tardarían en volver a caer. Y esta es otra virtud de esta serie de cuentos. Todo es efímero. Este proceso nos habla de la belleza que duele: lo efímero y la ausencia como trazos integrantes de la nostalgia, mordiendo desde abajo. Y así vamos devanando seda en este tapiz que es texto y es isla. No es tanto un recuerdo intelectualizado sino esa punzada sublime porque es dolorosa y agradable a la vez, porque lo has vivido – o no. La auténtica belleza duele. Es un sentimiento -formas de energía- que la música expresa de forma magistral: el flamenco, el blues, el fado, la ópera, etc.


Entonces, no puedo evitar vislumbrar los palangres que compraba a Joan Murenu para ir a pescar calamares en el llaüt de mi padre. Desde entonces – la infancia – siempre me ha encantado decir que voy más liado que un palangre. El gato somnoliento observa la aguja rascando el vinilo que desprende la voz de Paul Simon: “Where have you gone, Joe DiMaggio? Our nation turns its lonely eyes to you […]”, mientras observo de reojo la portada del vinilo de UC: “En aquesta Illa tan pobra”.

Todos hemos conocido a alguno, o a muchos elefantes, que han deambulado, que se han escondido, transformado, reinventado, llorado, reído, amado, que han muerto muchas veces y que han vivido también en esta Senda, Pasaje o Rito de Paso. Releyendo los cuentos de Julio Herranz, me sobrevienen esos famosos versos de Borges que juego a transformar cambiando a Ulises por uno de esos elefantes: “Yo he sido Homero; en breve, seré Nadie, / Como el Elefante (Ulises); en breve seré todos: estaré muerto”. La isla de Ibiza es Senda de los Elefantes como ese lugar al que confiar el corazón.

 

 

GABRIEL TORRES CHALK

 

Ibiza Editions

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