EL TIEMPO DE MARCEL PROUST
Jeanne Proust murió en 1905. Su hijo, el escritor Marcel Proust, se autoconfinó en una habitación recubierta de corcho para transformar sus diarios en su obra maestra En busca del tiempo perdido. El autor jamás se sobrepuso al golpe y así vivió hasta su último día, en 1922. Como este año se cumple el centenario de la muerte del célebre autor, dedicaremos la entrada de hoy a reflexionar sobre su novela más recordada.
En busca del tiempo perdido cuenta la historia en primera persona de un joven de principios del siglo XX que quiere dedicarse a la literatura. Como los lectores siguen comprobando, no es un texto fácil y sus frases, en algunos casos, de media página de duración, hacen de la lectura un ejercicio de resistencia. Posiblemente éste sea uno de los dos rasgos más característicos de la obra proustiana.
La otra característica, que da nombre a nuestro artículo, es el uso del tiempo que se realiza en la novela. Así, a lo largo de los siete tomos que componen la narración, los planos temporales se entremezclan continuamente para dar más información acerca no tanto de la vida del protagonista, sino sobre su personalidad. Gracias a ello, se concede más espacio a las experiencias interiores de los personajes, que se equiparan a las externas y que determinan el rumbo que seguirá la acción de la historia.
Acabaremos esta entrada con el pasaje más representativo de la obra, en el que el protagonista rememora su infancia a través del sabor de una magdalena mojada en té. Valiéndose de esta combinación del pasado y el presente, el autor expresa las ansias del personaje principal de volver a la niñez. Detrás de este extracto se puede oír a Proust mismo afirmar desde su aislado luto que el tiempo ha pasado, pero que siempre quedarán los recuerdos.
Por Miguel González
ILLES.cat
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Fuentes:
Watson, Peter. “Historia intelectual del siglo XX”. Editorial Crítica. 2014.
Imágenes extraídas de:
https://elpais.com/elpais/2013/11/13/fotorrelato/1384369532_955211.html#foto_gal_2